Xavier Moret. La isla secreta. Un recorrido por Islandia

  • la capital situada más al norte del mundo y de tener, en el conjunto de su aglomeración, unos 170.000 habitantes (o sea, un 60% de los islandeses),
  • hubo un atraco en 1984, el primero de la historia del país, pero cogieron enseguida al atracador. Aquí no puedes guardar un secreto mucho tiempo. —Hizo una pausa y añadió—: Piensa que no hace mucho los presos podían salir a la calle de día, pero tenían la obligación de ir a dormir a la cárcel. Si llegaban tarde no les dejaban entrar por mucho que insistieran.
  • la mayoría de islandeses puede trazar su árbol genealógico hasta los primeros pobladores de la isla. No exagero —aclaró al ver mi expresión de incredulidad—. En el Libro de los Pobladores, del siglo XII, están escritos los nombres de los cuatrocientos primeros colonos de la isla y es fácil seguir el rastro de las distintas familias.
  • se calcula que en toda la historia de la isla ha habido sólo unos 800.000 habitantes

  • Soy de los que opinan que viajar siempre vale la pena. Por un lado, porque nos permite romper con la rutina y soltar el molesto lastre que conlleva la vida cotidiana; por otro, porque, al confrontarnos con otros paisajes y otras gentes, nos fuerza a la mirada interior y, por lo tanto, a conocernos mejor.
  • en Islandia no hay bosques. Los había hace muchos siglos, pero los cortaron para construir barcos y casas.
  • —¿Elfos? —repetí, sintiendo de pronto que me adentraba de lleno en el mundo fantasioso de Tolkien.    —Mucha gente cree en ellos en Islandia —añadió—. Un 60% de la población, según una estadística reciente. Los llaman «seres ocultos» y como por definición no pueden ser vistos por los humanos, no hay manera de demostrar que no existen —soltó una risa seca—. Cuentan que viven en rocas como éstas y la gente los respeta tanto que incluso desvían carreteras para no molestarles.
  • me entretuve hojeando la guía telefónica. Unas cuantas páginas en inglés informaban de lo que convenía hacer en caso de que una tragedia asolara el país. Había varias posibilidades: erupción volcánica, terremoto, viento huracanado…
  • el olor del agua en este país no admite dudas: se trata de un agua sulfurosa,
  • Islandia la gente vive más que en cualquier otro país: las mujeres mueren de media a los 80,2 y los hombres a los 73,9. Se suele atribuir la longevidad a la pureza del aire,
  • una estadística advierte que sólo un 55% de los islandeses son rubios y un 75% tiene los ojos claros. A los islandeses, por cierto, les encantan las estadísticas. Las tienen para todo y siempre a mano. Supongo que cuando en un país viven sólo 280.000 personas no cuesta demasiado conseguir una muestra representativa. Unas cuantas llamadas selectivas y en una mañana liquidas el trabajo.
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  • Si echamos un vistazo a la historia, sorprende descubrir que Reykiavik tenía sólo 167 habitantes en 1786. En 1806 la cifra había llegado a los 300, de los que, por cierto, 27 (¡casi un 10%!) estaban en prisión por embriaguez pública. En 1899 la ciudad superó el listón de los 2.000 habitantes y en 1918 tenía ya más de 15.000 (sobre un total de 91.000 islandeses). Con la llegada de la Revolución Industrial, la población tendió a concentrarse en la capital, pero no fue hasta la Segunda Guerra Mundial, y en especial tras la consecución de la independencia, en 1944, que se confirmó el despegue definitivo de Reykiavik.
  • En abril de 1940, cuando los alemanes invadieron Dinamarca, país que por entonces ostentaba la soberanía de Islandia, los británicos temieron que la isla fuera el siguiente objetivo y decidieron adelantarse. Un mes después, en mayo de 1940, invadían Islandia. Las tropas norteamericanas tomaron el relevo un año después y en 1944, terminada ya la Segunda Guerra Mundial, Islandia rompió definitivamente sus lazos con Dinamarca y alcanzó la independencia.
  • la vista desde lo alto del campanario de la Hallgrímskirkja de Reykiavik es de las que no defraudan.
  • La temperatura media en verano es de once grados, y en invierno de dos.    —Podría ser peor. ¿Y cuál es la mínima récord de la isla?    —Te asustarás si te lo digo —se echó a reír.    —Adelante.    —En 1918, en el centro de Islandia se alcanzaron los 37,9 bajo cero.
  • El islandés es un lenguaje digamos que peculiar con una estructura arcaica. Pertenece a la rama de las lenguas nórdicas, como el danés, el noruego y el sueco, pero la diferencia estriba en que el islandés, al hablarse en un país tan aislado, se ha mantenido casi igual que la lengua de los tiempos antiguos. Ha variado tan poco que los islandeses del siglo XXI pueden leer sin dificultad las sagas, escritas en el siglo XIII, como si fuera su lengua de ahora mismo.
  • el alfabeto dispone de unas cuantas letras propias y de nada menos que catorce vocales. Por si esto fuera poco, las declinaciones contribuyen a complicarlo todavía más. Los nombres tienen género gramatical —masculino, femenino o neutro—, pero pueden ser también singular o plural en los cuatro casos (nominativo, acusativo, dativo y genitivo), con lo que arroja un total de ocho formas posibles para cada nombre (más ocho con artículo de sufijo). En fin, la locura. Los adjetivos aún van más allá, ya que deben concordar con el número y con el caso del nombre que modifican y, además, pueden ser en forma débil o fuerte, lo que significa que cada adjetivo tiene un total de 24 formas potenciales. No está mal, pero si llegamos al artículo alcanzamos el más difícil todavía, ya que las formas potenciales se elevan a 48.
  • Eco — Bergmál (discurso de la roca)
  • al mar de «camino de la ballena», a la lanza de «serpiente de la guerra» y a la sangre de «rocío de las armas». Estas figuras reciben el nombre de kenningar y
  • listas de imágenes como «asamblea de espadas» o «fiesta de águilas» referidas a la batalla; «cisne sangriento» referida al buitre y «hielo de la pelea» referida a la espada. A la lengua le llamaban «espada de la boca», al corazón «manzana del pecho», a la sangre «sudor de la guerra» y a los ojos «piedras de la cara». Mi preferido, por lo que tiene de humor negro, es «delicia de los cuervos», aplicado a los guerreros.
  • facistol
  • También para los nombres hay normas en Islandia. Los padres no pueden poner cualquier nombre a su hijo o hija, sino que tienen que ceñirse a la lista de nombres tradicionales. Dentro de este espectro, los nombres más frecuentes para hombres son Einar («guerrero solitario»), Gunnar («guerrero de la batalla»), Gudmundur («mano de Dios») o Karl («hombre»). Para mujeres, son corrientes Gudrún («magia de los dioses), Helga («sagrada»), Hólmfrídur («valquiria del islote») o Ingibjörg («salvadora»).
  • la misma televisión islandesa es bastante curiosa. Con decir que hasta los años setenta dejaban de emitir un día a la semana —el jueves— para poder librar.
  • En cuanto al tiempo, los dos canales públicos suelen ofrecer pronósticos contradictorios. Si uno anuncia lluvias intensas para mañana, el otro apostará muy probablemente por un día soleado. Supongo que lo hacen para aumentar las posibilidades de acierto, o para combatir la muy extendida tendencia al pesimismo, pero la verdad es que da una imagen poco seria del país.
  • Antes de salir de casa, echamos un vistazo por la ventana. Si llueve nos ponemos la gabardina y si hace sol la llevamos colgada del brazo.
  • geológicamente hablando, Islandia es el país más joven de Europa.
  • La puntualidad, desde luego, no es el punto fuerte de los islandeses,
  • —Ronald Reagan y Mijail Gorbachov se reunieron en esta casa en octubre de 1986 —me explicó—. Fue todo un detalle por su parte que dieran el primer paso para poner fin a la guerra fría en un sitio tan frío como éste… Supongo que se le ocurrió a algún guionista ocurrente.
  • —Aquí, en Islandia, hay bastante gente supersticiosa —reflexionó Einar, pasando de la anécdota a la categoría.
  • la cerveza estuvo prohibida en Islandia hasta 1989. El Gobierno mantenía la prohibición porque temía que nos volviéramos todos alcohólicos, pero acabó autorizando su venta el 1 de marzo de 1989. Desde entonces, cada primero de marzo celebramos el Día de la Cerveza con gran entusiasmo.    —¿Y qué bebíais antes?    —Mucha gente pedía una cerveza sin alcohol y le añadía un chupito de Brennivín, el aguardiente local, también llamado Muerte Negra. Era ridículo.    De hecho, antes del jubiloso Día de la Cerveza, los islandeses tenían motivos para estar eternamente agradecidos a los españoles. Todo se remonta al año 1917, cuando el Gobierno de Islandia decretó la ley seca en vista de la desmedida afición al alcohol de un amplio sector de la población. Las presiones de España, sin embargo, provocaron la abolición de la ley en 1921. En aquel tiempo, España era el primer comprador de pescado de Islandia y amenazó con anular las importaciones si se mantenía la prohibición de importar jerez español. Al final, Islandia autorizó la importación de jerez y de otros vinos españoles.
  • en las omnipresentes estadísticas un 32% de los islandeses admite haber tenido problemas con el alcohol, aunque hay también un 16% de abstemios. Los islandeses no beben siempre, pero cuando se ponen —sobre todo durante el fin de semana—, lo hacen en plan compulsivo: piden dos rondas seguidas de cerveza o encargan la siguiente cuando la primera aún va por la mitad.
  • La famosa y mareante endogamia islandesa volvía a hacer aparición. Aquí no sólo se conocían todos, sino que se encontraban cada día por la calle. Es lo que pasa en un país pequeño. Recordé la anécdota que explica W. H. Auden en Cartas de Islandia: a la semana de estar en el país, el cartero ya le paraba en la calle para entregarle su correo.
  • a pesar de estar en la OTAN y de tener una base americana, somos un país pacífico, sin ejército.    —¿Y qué me dices de las guerras del bacalao? —terció Einar.    —Fueron «guerras pacíficas», sin ningún muerto.    —Ello no impide que Gran Bretaña sea el único país con el que hemos librado unas cuantas guerras
  • la Laguna Azul: el mejor remedio jamás inventado contra la resaca. El lago tiene su origen en el agua caliente que sobra de la central geotérmica y su color azul se debe a un determinado tipo de algas que crecen en las tuberías. Cuando el agua se enfría en contacto con el aire, las algas mueren y dejan una especie de sopa orgánica con ese color mágico.
  • Según cuentan los más enterados, cuando en junio de 1941 los soldados de Estados Unidos tomaron el relevo de las tropas británicas, que habían «invadido» la isla meses antes, el Gobierno islandés impuso una condición: no podía haber ningún soldado negro en Islandia. Estaban tan orgullosos de sus raíces que no querían que «la sangre vikinga» se alterara por culpa de los negros.
  • Dentro de la calma generalizada, sin embargo, en 1975 sucedió en Islandia otro hecho destacable: una huelga de mujeres que, para celebrar el Año Internacional de la Mujer, instituido por la ONU, se manifestaron en Reykiavik pidiendo igualdad de derechos. Aquel día los hombres tuvieron que cuidarse de la casa y de los hijos. Diez años después, en 1985, las mujeres volvieron a la huelga bajo el lema «A igual trabajo, igual paga». La presidenta de entonces, Vigdís Finnbogadóttir, también hizo huelga y no acudió a su despacho presidencial. Para vehicular la fuerza de las mujeres islandesas, en 1983 nació un nuevo partido, la Alianza de las Mujeres, que consiguió tres escaños en las elecciones generales de 1983; seis en 1987 y cinco en 1991. En las últimas elecciones, en 1999, la Alianza de las Mujeres se presentó en coalición con el Partido Socialdemócrata y con la Alianza del Pueblo.
  • Dime, ¿has visto muchos perros en Reykiavik?    —Pues no, ahora que lo dices, no.    El motivo era contundente: en 1924 se aprobó una ley que prohibía la tenencia de perros en la ciudad porque, según decían algunos informes, podían contagiar a los seres humanos unos quistes muy peligrosos. Dado que se trataba de una ley antigua, muchos no la acataban y el Gobierno hacía la vista gorda; sin embargo, una campaña de la Sociedad de Amigos de los Animales que pretendía conseguir la legalización consiguió en los años ochenta el efecto contrario: levantar la voz de alarma. El Gobierno reaccionó aplicando la ley con celo y se mostró inflexible cuando uno de sus ministros fue denunciado por tener un perro en casa.    —Los «ilegales» que osaban tener un perro podían elegir entre pagar una multa de dos mil coronas (unos veinticuatro euros) o ir a la cárcel durante una semana —me informó Einar—. El ministro de Finanzas tenía inmunidad y no podía ir a la cárcel, pero al final tuvo que pagar la multa.    Después de esta inusual tormenta política, sin embargo, el alcalde de Reykiavik decidió anular la polémica ley.
  • Unos minutos después, la llegada a Thingvellir me produjo una intensa emoción. Los islandeses lo citan tan a menudo como monumento nacional que uno espera encontrarse allí una serie de palacios o templos conmemorativos. Nada de eso; lo único que hay es naturaleza: un precioso valle verde hundido entre dos formaciones rocosas y con una cadena de montañas nevadas al fondo. Un río sestea por el fondo del valle hasta desembocar en un lago y una serie de pequeñas islas, llenas a rebosar de verde, marcan una suave y delicada transición entre el valle y el lago. Tan sólo hay tres edificaciones en Thingvellir: una antigua granja de tres cuerpos, una pequeña iglesia de madera y un hotel con un nombre que obliga a mucho: Valhalla.
  • Según el Libro de los Pobladores y el Libro de los Islandeses, durante la llamada Edad de la Población, entre 870 y 930, unas cuatrocientas familias se instalaron en la isla. La gran mayoría procedía de Noruega, pero también los había de otros países nórdicos y de las Islas Británicas, sobre todo de Irlanda. Estos inmigrantes sintieron muy pronto la necesidad de establecer una serie de normas para la convivencia. Una de ellas establecía que las tierras que podía ocupar un hombre venían fijadas por el número de fuegos, visibles entre sí, que podía encender en un día. Para las mujeres, la norma era distinta: sus tierras estaban en función de la distancia que podía recorrer en un día de primavera, entre el amanecer y el crepúsculo, guiando a una vaquilla.
  • «El Althing era la reunión anual de todos los godar (jefes de los clanes), acompañados de su séquito. Esta reunión crucial que tenía lugar en Thingvellir, en el suroeste de Islandia, duraba dos semanas en junio, durante el período de día ininterrumpido y de clima más suave. Su cometido no era tan sólo el gobierno del país.
  • Durante dos semanas, los barrancos y los campos de lava se convertían en capital nacional. Se iniciaban, se continuaban o se rompían amistades y alianzas políticas; se pasaba información; se sellaban promesas; se contaban historias, y se hacían negocios.»
  • El Althing permaneció activo, en una primera etapa, hasta 1262, año en que la corona noruega se anexionó Islandia. Más de cien años después, en 1380, el país pasó a depender de Dinamarca. En el siglo XVIII se recuperó el Parlamento como órgano consultivo y se trasladó a Reykiavik, pero Thingvellir sigue siendo una especie de santuario para los islandeses. El 17 de junio de 1944, cuando se proclamó la independencia, acudieron al valle unos 20.000 islandeses, una sexta parte de la población.
  • una falla inmensa que hendía el paisaje en dos, como si la tierra se hubiera abierto para acogerlo. Para añadir aún más carga simbólica al lugar, esa falla es la que separa dos grandes placas continentales: la de Eurasia y la de América. Mide siete kilómetros de largo y, según los geólogos, se abre unos centímetros cada año. Esto explica por qué Islandia es un país tan geológicamente activo.
  • En la literatura antigua islandesa hay varias referencias al Valhalla, o Paraíso de Odín. El escritor Snorri Stúrluson lo describe, a principios del siglo XIII, como una casa de oro, iluminada por los reflejos de las espadas, adonde van a parar los guerreros muertos en la batalla. Tiene quinientas puertas y por cada puerta saldrán, el último día, ochocientos hombres. Los guerreros del Valhalla se arman cada mañana y luchan, se dan muerte y renacen. Después de la batalla, se embriagan y comen carne de jabalí inmortal. A propósito del Valhalla, escribió Jorge Luis Borges: «Hay paraísos contemplativos, paraísos voluptuosos, paraísos que tienen la forma del cuerpo humano (Swedenborg), paraísos de aniquilación y de caos, pero no hay otro paraíso guerrero, no hay otro paraíso cuya delicia esté en el combate. Muchas veces lo han invocado para demostrar el temple viril de las viejas tribus germánicas.»
  • cuando uno se aleja de Reykiavik, ese espejismo de modernidad, se da cuenta de hasta qué punto Islandia sigue siendo el país de las sagas.
  • La casa más antigua de Islandia es de 1736;
  • las sagas. Éstas son textos anónimos, escritos en el siglo XIII y procedentes de la narrativa oral, que consiguieron fijar los nombres, los actos y las costumbres de una serie de personajes que vivieron entre los años 930 y 1030,
  • Hay sagas que relatan historias de obispos, de exploradores y de guerreros, pero el conjunto más importante lo forman las llamadas Sagas Familiares. Se conservan unas cuarenta, copiadas posteriormente en manuscritos, y cuentan en prosa hechos sucedidos en los siglos X y XI a jefes islandeses y a otras gentes.
  • El diagnóstico de Borges es preciso: «En el siglo XIII los islandeses descubren la novela, el arte de Cervantes y de Flaubert, y ese descubrimiento es tan secreto y tan estéril para el resto del mundo, como su descubrimiento de América.»
  • Gudrún Ósvifsdóttir, que mantiene su dignidad incluso cuando el asesino de su esposo limpia la sangre de su espada en su vestido, junto a su vientre preñado.
  • del Vatnajökull, el glaciar más grande de Europa, con una superficie de 8.400 kilómetros cuadrados, lo que supone más de dos veces la isla de Mallorca. Comparados con aquella gran masa de hielo, que en algunos puntos alcanzaba los 900 metros de espesor, todos los glaciares que había visto anteriormente parecían reducciones a escala.
  • un lugar mágico llamado Jökulsarlón.    —¡Ahí la tienes! —dijo Einar con un orgullo no disimulado—. Esta laguna es uno de los sitios más bellos del país.
  • Cuenta la tradición que los «seres ocultos» nacieron en los tiempos de Adán y Eva. Ante una anunciada visita de Dios, Eva estaba lavando a sus hijos, pero Dios llegó antes de lo previsto, cuando aún le quedaban algunos niños sucios. Avergonzada, Eva los escondió, pero Dios, que por algo es todopoderoso, acabó descubriéndolos. «Lo que no pueden ver los ojos de Dios —sentenció—, tampoco podrán verlo los hombres.» Así nacieron los llamados «seres ocultos».
  • Según las estadísticas, un 5% de los islandeses ha visto elfos en alguna ocasión y un 55% cree en su existencia sin haberlos visto. Esta creencia se concreta en ocasiones en actitudes sorprendentes. En 1971, por ejemplo, una empresa constructora pretendió construir una casa en un solar de Kópavogur, cerca de Reykiavik, donde había dos rocas enormes. La mayor de las rocas se partió cuando la alzó una grúa y tres de los obreros implicados sufrieron accidentes poco después. Las gentes del lugar lo interpretaron como un deseo de los «seres ocultos» de que nadie turbara su paz. Al final se decidió no construir en aquel solar e incluso se desvió la calle para no molestar a la tozuda colonia de elfos. Otra historia más lejana, del siglo XVII, asegura que una mujer juró que se había quedado embarazada por obra y gracia de un elfo. El problema vino cuando el hijo, a pesar de ser el fruto de un «ser oculto», resultó ser perfectamente visible.
  • De hecho, hay pocos países en el mundo tan dependientes de la pesca como Islandia. Según las estadísticas, ésta supone el 14,3% del Producto Nacional Bruto y el 70% de las exportaciones; lo que se traduce en unos diez mil millones de euros anuales. No
  • Bajo el nombre de bacalao existen diez familias de peces y más de doscientas especies diferentes. Su valor nutricional es alto —tiene sólo un 0,3% de grasas y un 1,8% de proteínas— y cuando se seca, la concentración de proteínas alcanza al 80%.    El secreto del bacalao viene de antiguo. El norteamericano Mark Kurlansky ha llegado a afirmar en su interesante y documentado libro El bacalao que fue «un pez que cambió el mundo». No le falta razón. De hecho, si los islandeses pudieron aventurarse a navegar a Groenlandia y a América fue porque aprendieron a secar el bacalao. «El bacalao carece de grasa prácticamente y, por tanto, si se salaba y secaba como es debido, rara vez se estropeaba —escribe Kurlansky—. Duraba más que la ballena, que es carne roja, y que el arenque, un pescado graso que, salado, se hizo popular en los países del norte durante la Edad Media.»
  • Durante seis años, a raíz de la Segunda Guerra Mundial, Islandia se convirtió en la única nación pesquera de importancia en la Europa septentrional, lo que contribuyó decisivamente a su despegue económico. Cuando terminó la guerra, Islandia era otro país, pero la gallina de los huevos de oro amenazó con dejar de producir, ya que se llegó a la sobreexplotación. Para proteger su «tesoro», el Gobierno islandés decidió en 1952 ampliar sus aguas territoriales de tres a cuatro millas de la costa. En 1958, el límite pasó a doce millas; en 1972, a cincuenta; y en 1975, a doscientas millas. Sin embargo, no fue una decisión fácil. Las guerras del bacalao, las únicas guerras libradas por este país sin ejército, quedan como testimonio de aquellos duros años en los que Islandia luchaba por proteger su pesca frente a los intereses de las flotas extranjeras. En 1958 estalló la Primera Guerra del Bacalao; en 1972, la segunda y en 1975, la tercera. El enemigo era siempre el mismo: Gran Bretaña, país poco dispuesto a renunciar a los ricos caladeros del norte. La primera de las guerras duró tres años, hasta que se alcanzó un compromiso en 1961. Islandia, con sólo siete guardacostas, salió victoriosa en varias escaramuzas contra la poderosa armada británica, que ejercía funciones de protección de sus pesqueros.    En la Segunda Guerra del Bacalao, los islandeses utilizaron con éxito la táctica de cortar las redes de los pesqueros británicos. En enero de 1973, sin embargo, hubo una especie de intermedio motivado por la erupción del volcán Heeimaey. Los guardacostas islandeses tuvieron que desplazarse para evacuar a los isleños y la guerra quedó en suspenso. Son cosas que pasan en Islandia.    La Tercera Guerra del Bacalao, iniciada en 1975, acabó con una serie de conversaciones que en 1976 dieron la razón a Islandia. En el fondo, el hecho de pertenecer a la OTAN jugaba a favor de Islandia, ya que esta organización no estaba dispuesta a perder un aliado tan valioso.    Como resultado de aquellas guerras libradas con honor y sin víctimas, Islandia dispone de doscientas millas de aguas territoriales, lo que supone un total de 758.000 kilómetros cuadrados. Es decir, una superficie 7,5 veces mayor que la de Islandia y casi el doble que la del mar Báltico.    No hubo muertos en las guerras del bacalao, pero sí algunos héroes. El más destacado fue Thröstur Sigtryggsson, capitán del guardacostas Aegir. En la noche de fin de año de 1975, el Aegir se refugió en un fiordo para despistar a una fragata británica que le perseguía. Aprovechando la oscuridad de la noche y una fuerte nevada, el Aegir salió con las luces apagadas del fiordo, burló la vigilancia de la fragata y logró cortar las redes de tres pesqueros británicos.    Las hazañas del Aegir y su famoso capitán todavía se recuerdan hoy como grandes episodios nacionales, de los que siempre está necesitado un país joven. A falta de grandes batallas, a los niños en las escuelas se les habla de la gloria literaria de las sagas y de las recientes Guerras del Bacalao, en las que Islandia salió victoriosa frente a la Pérfida Albión.
  • un lugar llamado Fljótsdalur.    —Me gustaría estar en Reykiavik antes de medianoche —murmuró—, pero vale la pena que conozcas este valle.    El valle era precioso: alargado y con suaves pendientes vestidas de verde que convergían en un lago alargado llamado Lögurinn. Allí, según la gente del lugar, habitaba la versión islandesa del monstruo del lago Ness.    —Nadie lo ha visto nunca —me informó Einar—, pero todos dan por hecho que vive en el fondo del lago. Es algo así como el hermano mayor de nuestros queridos elfos… El problema es que no atrae a tantos turistas como el del lago Ness.    Vimos cascadas, torrentes impetuosos, puentes maltrechos, el único bosque de Islandia (¡con árboles de verdad!) y granjas aisladas, pero ni rastro del monstruo.
  • Según un estudio reciente, en el año 1100 había en toda Islandia unas 4.560 granjas; hoy la cifra es de 4.500, a la que hay que añadir unos sesenta pueblos y ciudades. La conclusión es obvia: las cosas no han cambiado tanto en este lejano país.
  • Godafoss, que significa literalmente «Cascadas de los Dioses».    —Se llaman así porque, según la leyenda, los islandeses lanzaron por ellas sus dioses paganos cuando abrazaron el cristianismo en el año 1000 —me explicó Einar.    Las cascadas eran preciosas, como una especie de Niágara de bolsillo,
  • en 1999 había en el país 490.002 ovejas, 78.400 caballos, 75.500 vacas y 3.987 cerdos. La ganadería, sin embargo, no tiene nada que hacer frente a la pesca y a la industria, ya que representa sólo un 1,5% del total del país. En cuanto a la agricultura, el heno tiene mayoría absoluta, con más de tres millones de metros cúbicos anuales; en segundo lugar, muy lejos, vienen los cultivos de patatas, con un total de 11.544 toneladas. Entrados en el terreno de las cifras, vale la pena recordar que Islandia es el undécimo país más rico del mundo,
  • Hljómar.    —¡Son los Beatles islandeses!
  • Hankur Morthens. En la carátula se le veía con un aire retro y un bigotito recortado.    —¡Es el Frank Sinatra islandés!
  • un lugar tan improbable
  • Hlynur es como una víctima de toda la información inútil que recibe por la tele, por Internet, por todas partes.
  • Esto es más como Nueva York. Es una sociedad similar, una nación joven con una mentalidad pionera, con una sensación de que no todo está acabado, que aún quedan muchas cosas por hacer.
  • En Islandia hay muchos extranjeros, pero no suelen aparecer en las novelas.
  • Escuchándoles, pensaba que no es extraño que haya tantos escritores en Islandia. Allí todo se sabe, todos tienen muchas historias que contar sobre los otros y disponen de tiempo de sobra para hacerlo sin prisas.
  • las piscinas del país, siempre de agua caliente, son sobre todo un excelente lugar de relación social,
  • —Me llevé una sorpresa inmensa cuando fui de vacaciones a España —me comentó en cierta ocasión mi vecina Hólmfrídur—. Nunca me hubiera imaginado que pudiera haber piscinas de agua fría.
  • según las estadísticas un 75% de los islandeses ya ha estado alguna vez en España.
  • El tema del alcohol es algo que más tarde o más temprano aflora a la conversación en Islandia. Los islandeses tienen fama de ser grandes bebedores y cuando uno lleva unos días en Reykiavik comprueba que la fama está más que justificada.
  • —Aquí ven el infierno como un lugar helado —dijo Samper mientras su esposa asentía—. Es curioso. Para nosotros es el fuego; para ellos, el frío. Asocian el infierno con el hielo. Por eso dicen que el invierno es infernal.
  • La familia aquí cuenta mucho, siempre se fijan mucho a la hora de casarse. Hay una serie de comerciantes que, ya en tiempo de los daneses, hacían la pelota a los gobernantes para poder tener el poder aquí. Con la independencia, estas familias han seguido mandando. Éste era un país de granjeros y pescadores, excepto estos comerciantes que movían el dinero de verdad. Todavía hoy se pasan los chollos de padres a hijos. El Partido Independentista, que es el más reaccionario, saca muchos votos en Reykiavik, y es gracias a este viejo núcleo que puede conservar el poder.
  •    Akureyri, la segunda ciudad de Islandia, tiene tan sólo 15.000 habitantes
  • —¿Quieres una especialidad auténticamente islandesa? —me preguntó la camarera—. Pues has venido al sitio adecuado. Hoy tenemos bacalao, salmón, frailecillos o filete de ballena.
  • —Pues, tiburón podrido y cabeza y testículos de cordero.    —¿Es un chiste?    —Claro que no: es la comida tradicional del Thorrablót, la fiesta en la que se celebra el fin del invierno.    —¿Y está bueno el tiburón podrido?    —Bueno, no es exactamente podrido. Se entierra durante unos meses hasta que fermenta.
  • Las leyes islandesas permiten la caza restringida de ballenas bajo el eufemismo de «caza con fines científicos», lo que ha originado las protestas de organismos e instituciones internacionales. De todos modos, la cifra de capturas se ha reducido drásticamente en los últimos años: en 1979 se cazaron 440 ballenas en aguas de Islandia; diez años después, tras la imposición de una moratoria, la cifra bajó a 68.
  • los alrededores del lago Mývatn. Subir al borde de un cráter, entrar en una cueva volcánica o perderse por el misterioso bosque de lava de las inmediaciones es una sensación única.
  • El Thorrablót es la gran fiesta del final del invierno. Sus orígenes son paganos y recuerda los tiempos en que los vikingos festejaban la inminente llegada de la primavera. Para ello, sacaban todos los manjares que habían ido acumulando a lo largo de los meses de invierno y se los zampaban en medio de una gran comilona. Con unos orígenes como éstos, es evidente que nadie puede esperar manjares delicados. Las especialidades del Thorrablót son más bien un poco primitivas: pescado seco, tiburón podrido, testículos de cordero, morcillas de sangre y cabezas de cordero, con ojos y cerebro incluidos.
  • vikingo—. Ragnar significa «el que pronuncia las últimas palabras», pero no tengas prisa en decirlas, porque según la tradición el mundo se acabará cuando las digas.
  • El Kolaportid es el rastro local, una especie de oasis de comercio mediterráneo en medio de la ciudad. Está instalado en un almacén del puerto y alberga una serie de paradas con todo tipo de objetos antiguos: desde muebles y
  • «Mi opinión ha sido siempre esta: nunca, mientras vivas, tienes que rendirte, ni aunque te lo hayan robado todo. Si no tienes nada más, siempre podrás decir que es tuyo el aire que respiras». Gente independiente. Halldór Laxness
  • esta fecha que algunos islandeses califican como «nuestro 11 de septiembre»;
  • En octubre de 2008, sin embargo, cuando todo parecía sonreírle a Islandia, una isla habitada tan sólo por 320.000 personas, la catástrofe (kreppa, en islandés) se abatió sobre el país. Los tres principales bancos quebraron, la corona islandesa se devaluó un 60% y la Bolsa se hundió.
  • los islandeses, lejos de quedarse en casa, decidieron reaccionar y salir a la calle. Lo hicieron de un modo pacífico, concentrándose cada sábado en la plaza del Parlamento de Reykiavik para protestar ante unos políticos que, en su opinión, habían permitido los desmanes de unos banqueros corruptos
  • manifestaron sin caer en la violencia a lo largo de diecisiete semanas,
  • En febrero de 2009, a consecuencia de la presión ciudadana, el Gobierno conservador islandés optó por dimitir y se convocaron elecciones para el 25 de abril. El nuevo Gobierno de centro-izquierda que salió de las urnas supuso un radical cambio de rumbo, tras dieciocho años con los conservadores del Partido de la Independencia en el poder.
  • Después de que el Gobierno aceptara un acuerdo con Inglaterra y Holanda para devolver unos 4.000 millones de euros, que los ciudadanos de estos países habían depositado en bancos islandeses y que habían perdido a raíz de la crisis de 2008, los islandeses recogieron firmas para celebrar un referéndum, en marzo de 2009, en el que el No triunfó claramente, con un 93% de los votos. Un segundo acuerdo, más favorable para los islandeses, también fue rechazado en abril de 2011, en esta ocasión con un 59% de los votos en contra, dejando claro que muchos ciudadanos se negaban a pagar los errores de sus corruptos banqueros y de los políticos que en su opinión habían actuado como cómplices. Llevados por este espíritu irreductible, los manifestantes consiguieron que David Oddson, gobernador del Banco Central que anteriormente había sido primer ministro, fuera apartado de su cargo, que se abriera un proceso judicial contra el que fue primer ministro Geir Haarde y que se dictara una orden de arresto internacional contra el ex presidente del banco Kaupthing, Sigurdur Einarsson, que fue finalmente detenido en Londres en marzo de 2011. En el marco de estas reformas impulsadas por la presión pacífica de los ciudadanos, en abril de 2011 el Parlamento nombró una Asamblea Constituyente para que redactara, en una iniciativa única de democracia directa, una nueva Constitución que sustituyera a la actual, que es de hecho una copia de la danesa redactada a raíz de la independencia. Para esta asamblea se eligieron 31 ciudadanos sin filiación política, avalados por un mínimo de treinta firmas, entre los que hay profesores universitarios, abogados, un pastor luterano, periodistas y camioneros, que mientras dure su trabajo recibirán un salario igual al de los diputados. La Constitución que salga de esta Asamblea, cuyas sesiones pueden seguirse por Intenet, deberá ser avalada por el Parlamento islandés.
  • la kreppa (la catástrofe)
  • —La fiebre constructora cesó de repente en octubre de 2008 —me comentó Einar mientras conducía hacia Reykiavik—. En los años de la euforia un pequeño grupo de financieros corruptos nos hicieron creer que Islandia vivía un gran momento y que nos íbamos a comer el mundo, pero después de la crisis se ha desinflado la burbuja inmobiliaria. Ahora hay cientos de pisos vacíos que nadie compra.
  • —En islandés tenemos una palabra muy original: Móduhardbindin, que significa «muerte por hambruna causada por gas envenenado» —me aclaró Einar tras la pequeña lección volcánica—.
  • Aquella tierra dura y hostil, los nubarrones negros y la amenaza constante de las erupciones, debían de haber forjado, a lo largo de los siglos, el carácter indomable de los islandeses, siempre dispuestos a luchar hasta el final, contra los volcanes, contra las crisis económicas y contra lo que fuere.
  • un langspiel, un antiguo instrumento de cuerda.
  • Islandia, un país en el que un 10% de su superficie está cubierta de hielo y que sólo es habitable en un 20-25%.
  • Landmannalaugar, uno de los lugares más bellos de Islandia. —Landmannalaugar significa «la piscina de la gente» —me había dicho Einar—. Allí, en medio de un paisaje precioso, se abre paso un río de agua caliente en el que es un placer bañarse.
  • Los más atrevidos, sin embargo, prefieren alejarse de la multitud e ir más allá, hasta Bláhnukur («Pico Azul»), una montaña de 943 metros de altura desde cuya cima se divisa un maravilloso panorama de este paisaje entre lunar y mágico. Aunque suene cursi, Landmannalaugar
  • en Islandia ya sabemos que las erupciones volcánicas son frecuentes —apuntó cuando entramos en materia—. Hay una cada cuatro años de promedio, lo que supone entre veinte y treinta cada siglo. La mayoría son de carácter explosivo, pero muy pequeñas.
  • —Podríamos decir que en los últimos años muchas cosas han dividido a la gente en Islandia, sobre todo el boom económico y la crisis posterior, pero las erupciones volcánicas son algo que nos une. Es la parte positiva del problema —rió—. Ya que no podemos controlar a la naturaleza, tenemos que luchar todos juntos contra los desastres naturales.
  • —La razón principal de los volcanes y terremotos es la placa de América del Norte —indicó—. Va por debajo del agua, pero emerge justo al llegar a Islandia, donde choca con la Euroasiática. La placa avanza muy lentamente, pero en términos geológicos muy deprisa. Por eso se alza sobre el mar y hay mucho vulcanismo. Todo el sistema avanza en dirección Este, que es donde se concentran los volcanes en Islandia. De vez en cuando asciende el magma y es cuando surgen las erupciones volcánicas. En unos pocos milenios, probablemente la isla crecerá, ya que avanza hacia el Este.
  • Las estadísticas indican claramente la progresión que ha experimentado el turismo en los últimos años en Islandia: en 1980 visitaron la isla 65.900 turistas; en 1990 la cifra subió a 141.700, en 2000 alcanzó los 302.900 y en 2008 ya eran 472.500. Es decir, que en los últimos años el número de turistas en verano superaba de largo al de islandeses.
  • El complejo hidroeléctrico de Kárahnjúkar, el más grande de Europa, constaba de cinco presas en cadena que habían dado origen a un lago artificial de 193 metros de alto por 730 de largo. Había costado en total unos 1.000 millones de euros y su único objetivo era proporcionar energía eléctrica a la planta de fundición de aluminio Fjardaál, situada a unos 75 kilómetros de distancia, en la costa de Reydarfjördur. El problema radicaba en que por el camino se habían tenido que destruir unos paisajes bellísimos. El Gobierno, que había impulsado el proyecto junto con la multinacional Alcoa, argumentaba que Islandia no podía vivir siempre de la pesca y que la planta de aluminio, que había entrado en funcionamiento en abril de 2008, daría trabajo a 450 personas y produciría 940 toneladas de aluminio por día, con un potencial de 436.000 toneladas métricas anuales, pero la mayoría de los islandeses no veía con buenos ojos aquel macroproyecto.
  • Gus Gus, Trabant, Múm, Singapore Sling, Qarashi
  • rockers como Bubbi Morthens (sobrino de Haukur; otra vez la dichosa endogamia) y Megas («el Bob Dylan islandés»), por músicos de jazz como Björn Thoroddsen,
  • Ólafur Arnalds.
  • Los pajaritos en la versión islandesa de Ómar Ragnarsson,
  • islandés Fridrik Thor Fridriksson, que describe con humor en Cold Fever (1995)
  • Lo que no podía negarse es que la arquitectura islandesa estaba emparentada con la arquitectura escandinava. Dominaban en el último siglo el funcionalismo, la línea recta y los grandes ventanales diseñados para aprovechar la luz al máximo. En el centro de Reykiavik se podían ver todavía algunas casas de madera, de dos o tres pisos de altura, recubiertas con chapa arrugada, construidas a finales del XIX o principios del XX, pero a la que te alejabas del centro no tardaban en aparecer numerosas casas unifamiliares, de líneas modernas, distribuidas en urbanizaciones a la americana.
  • Hay en Islandia más de doscientas piscinas públicas, dieciséis en la capital. Conviene recordar, sin embargo, que bañarse en una piscina islandesa es una experiencia totalmente distinta a la de las piscinas españolas. De entrada, el agua está caliente, y nadar no es desde luego lo más importante. Lo que se estila en las piscinas islandesas es pasar de uno a otro Hot Pot, unas pozas en las que el agua suele estar entre 38 y 42 grados, sentarse un rato y charlar con los compañeros de experiencia,
  • la madre de Einar me regaló además en aquella visita un par de piedras redondeadas de lava que, según dijo, solían encontrarse en las playas del Este y que, según la tradición, aseguraban a las embarazadas un parto sin problemas. —Lo único que tienes que hacer es ponerlas bajo la almohada cada noche —me dijo.
  • —Te diré algo: en contra de lo que parece, los volcanes islandeses, vistos desde lejos, son mucho más peligrosos que vistos de cerca.
  • —Lo que sucedió aquí —me resumió Arthur ya antes de encargar la comida— fue al fin y al cabo lo que puedes esperar cuando juntas a unos cuantos adolescentes, unas cajas de cerveza y las llaves de un coche. Tienes la certeza de que acabará mal, ya que los adolescentes beberán demasiado, conducirán borrachos y acabarán estrellándose con el coche. Me gustó aquella imagen en la que los adolescentes eran, por supuesto, los jóvenes banqueros y empresarios atrevidos que, con el beneplácito del Gobierno, habían tomado el mando de los negocios y los bancos islandeses.
  • El 20 de enero de 2009, cuando el Parlamento islandés volvió a reunirse después de las largas vacaciones de Navidad, las protestas arreciaron y los manifestantes gritaron al unísono contra «el Gobierno incompetente». Expresando el sentir de los convocados, un joven envalentonado logró escalar la fachada del Parlamento para plantar en la primera planta la bandera de Bonus, los supermercados más famosos de Islandia, propiedad de uno de los grupos financieros responsables del desastre. El símbolo de Bonus, un cerdito rosa sobre fondo amarillo, se convirtió de este modo en emblema de las protestas contra la corrupción del Gobierno.

 

– Subrayado en la página 5 | Pos. 66-69  | Añadido el miércoles 10 de agosto de 2016 00H47′ GMT+02:00

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